Lugares donde se desarrolla la novela

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Cerro Lucero y Venta Panaderos

sábado, 26 de marzo de 2016

Arrieros por la Ruta de la Miel, años 30. Sierra del Amijara. "El cazador del arco iris". Novela de Ramón Fernández Palmeral. De venta en AMAZON




28/ Justino Orgaz, único hijo varón del difunto Adriano Orgaz y de Chacha Lola, juró sobre el cuerpo presente de su padre que algún día le vengaría con sangre de los Gabinos, pero no pudo cumplir su venganza porque de joven se murió de una pulmonía, tan sólo podía cumplirse la obligación de la venganza en un varón de sangre materna, en este caso se pasó al hijo ilegítimo de Plácida Orgaz y de Antonio Simón, llamado en realidad Atilano pero de sobrenombre Judas, y así es como se quedó con el horrible apodo. La pulmonía que mató a Justino Orgaz fue, según cuentan, causada por su afición a las apuestas de carreras de mulos por la Ruta de la Miel en la Sierra de Almijara, antiguo camino Real de Granada.
Por ello, conocedor de sus cualidades en el arte de amaestrar mulos de carreras, no dejaba de desafiar apuestas a los arrieros que se encontraba en el camino de Granada. También era aficionado a las apuestas de gallos de pelea. Y su fama, de mejor corredor y, porque no decirlo, reventador de mulos en la Ruta de la Miel sólo era comparable a la de mi primo José Antonio Lara, el Corsario. La verdad es que Justino Orgaz era uno de los jóvenes arrieros de los que poco se podía aprender, era gente bebedora, jugadora, atrevido y sin muchos conocimientos, que siempre hacía lo primero que se le venía a la cabeza. Del reto a una apuesta, nadie se podía sustraer, pues se consideraba una cobardía el rehusarla, el retado tenía obligación de enfrentarse, salvo su descrédito de “hombre que se vestía por los pies”. Un día retó nada más y nada menos que, a mi primo el Corsario, otro babieca como Justino. En las playas de Torrox cogieron una carga de pulpos, robalos (lubinas) y almejas, salieron de madrugaba a las cuatro de la mañana y, empezó a llover, la porfía consistía en que quien llegara antes a los altos del puerto de Las Angustias (1600 metros de altitud) le daba al otro su carga de pulpos y almejas. Tampoco era para tanto. Cuando pasaron por el Molino de Blas el barranco sonaba a aguas nuevas y bravas, por la Acebumeya iban agotadas las mulas, por las cuestas de Piedras Lisas, cerca de Calixto, parecía que Justino adelantaba a el Corsario, pero éste le tiró a las espaldas el cabestro de la mula y le enganchó por el cuello, sin querer, como siempre, una broma mal dada y cayó rodando hasta una poza de agua. Detrás de él le cayó encima el mulo cargada por el barranco. Los dos cayeron al agua, y el mulo prácticamente encima. Empapado de agua y con unas costillas rotas se fue a su casa, se acostó y no se recuperó jamás del enfriamiento, pues le entró una pulmonía.
 El aguardiente se encargó de calentarle y aliviarle los dolores hasta que se murió tosiendo y con la botella en la mano de un coma etílico. Pero Pedro Llana, hijo de Evaristo el Feo, que pasaba por allí lo vio todo, y vio que fue una carrera sucia como todas, y se supo que la caída de Justino se debió a la mala y sucia acción del Corsario, que acabó en la cárcel. Cuando terminamos de contar las hazañas de Justino Orgaz, llegó la hora del reblandeciendo del catre, más bien que cama, para acostarme y poner los ojos en el techo una noche más sobre las redondas vigas de pino atadas con sogas de esparto orientadas siempre de norte a sur; y sin embargo, mi Ramoberto insistía sobre la parte sucia de la vida humana y quería saber si en la Acebumeya hubo madres solteras, como una forma de enredar y buscar lo que en aquellos años no era frecuente...
 Mi mujer interrumpió y dijo que ya estaba bien de viejas historias de gente que no se podían defender, estaba cansada, le cambió el humor y aquí finalizó la actuación dramatizada de una lamentable verdad. Pero yo en la cama con mi insomnio caí en la cuenta de que hubo una madre soltera, sería buena para contársela a mi hijo para mañana por si alguna vez le publican algo de lo que escribe por un editor que confié en él. Aunque hacía tiempo me dijo que más que un editor lo que necesitaba era una agente literario (la mayoría son mujeres), que son quienes consiguen contratos y anticipos de la editoriales, porque éstos confían en ellas, más que en los autores desesperados por publicar a toda costa.

Ramón Fernández Palmeral
Autor de "El cazador del arco iris". venta en AMAZON. Ampliado y corregido.
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Comentario sobre "EL CAZADOR DEL ARCO IRIS" DE RAMÓN FERNÁNDEZ “PALMERAL” , Por Juan Antonio Urbano
     
 Arco Iris, camino mágico, camino de dioses. Itinerario sagrado por el que desciende Iris, la mensajera de Hera, diosa del cielo y mujer de Zeus para hacer llegar a los hombres los mensajes de los dioses.
Al igual que Iris, y utilizando su arco, sendero por el que descendía la hermosa y joven virgen con alas doradas y vestida con su refulgente túnica multicolor para desplazarse desde la morada de las divinidades y del más allá, y atravesando de uno a otro lugar los confines del mundo a la velocidad del viento, con la sutileza de una diosa, así es como un vecino de Acebumeya (Málaga) despierta de la muerte y recuerda a través de varios narradores el tiempo en que sus antepasados  habitaron en ese mágico lugar con la intención de que vuelva a ser recordado y no caiga en el olvido.
Este vecino, el guardia civil José Ramón Fernández, ha regresado y despertado del más allá para traer su propio mensaje y transmitirlo a su hijo Ramoberto, quien cuenta la  historia de ese lugar que el padre le hace traer al presente para que sea recordado.
Acebumeya, localidad transmutada en aldea de ficción por el autor para evitar implicar a los vecinos reales del lugar que realmente se describe y en el que se entra dentro de lo profundo de los seres humanos que allí habitaron de los cuales aún quedan descendientes o testigos de hechos o de familiares que vivieron en primera persona sucesos que aquí se narran.
Algunos momentos de esta obra se ven impregnados los textos de la sensibilidad poética que Palmeral, de su crisol de artista polifacético, extrae con la dignidad y sinceridad de autor con las que es conocido y reconocido por el mundo de artistas que lo rodean. Pues con esta misma sinceridad nos hace llegar en este libro las leyendas creadas, a caballo entre la realidad y la fantasía popular, por las gentes de aquellos tiempos, de aquel lugar…, las supersticiones, prisma ocular con el que se veían y se juzgaban antaño los hechos, y las historias que sucedían en una realidad espaciotemporal de otras épocas en las que habitaban espíritus que podían influir en la propia vida de los habitantes de la zona y que se iban transmitiendo de padres a hijos hasta crear su propio mundo fantástico-real en el que los habitantes creían como creían en su propia razón de la existencia.
Con el trasfondo de los miembros de la familia de los Simontes, se consigue una distraída saga en la que aparecen extraños personajes con anécdotas sorprendentes, propias de gentes ingenuas y, en cierto modo, ignorantes y donde se van introduciendo diferentes tiempos históricos en los que se hace referencia a distintos hechos acaecidos en el lugar o de repercusión en esta región en donde se ubica esta historia narrativa, como pueden ser, la batalla del Peñón de Frigiliana en 1569, la Guerra del Norte de África en la que aparece con nombre propio el héroe de Nador y su desaparición en 1923… la cotidianidad de los maquis y su influencia en los habitantes con los que éstos tenían contactos, así como otros acontecimientos históricos que han ido marcando el pulso de nuestra historia de la España reciente.
Es una obra entre la realidad y la ficción, en la que se crea un mundo que invita al lector a reconocer unos sucesos históricos que el mismo lector ha podido vivir o ha conocido por la experiencia de quienes se los han contado.
El final de este magnífico conglomerado de historias, que como red de afluentes alimenta al río principal de la narración, se cierra con una revelación sorprendente y con la marcha del espíritu del guardia civil que regresa otra vez al más allá, haciendo uso de las radiaciones multicolor que se generan en el arco iris por medio de la energía que proporcionaron los dioses para crear ese formidable nexo de unión entre el cielo y la tierra, eslabón entre su magia y la humanidad, entre la fantasía y el mundo real.
Ramón Fernández “Palmeral” ha sabido conjugar estos elementos para crear esta entrañable experiencia narrativa acercándonos a un mundo de valores como son el respeto y la obediencia a los mayores, la humildad, el temor de Dios y el amor a la Naturaleza, el valor de la palabra dada, etc., que impregnaban a los entrañables personajes que van apareciendo a lo largo de esta saga familiar. Unos valores que primaron en las conciencias, en las vidas, en las costumbres y usos de las gentes de una época que hace tiempo empezó a desaparecer tratando de arrastrar al olvido esos principios que regían la convivencia humana y que hoy en día se están echando en falta.  

                                                                                          Juan Antonio Urbano
                                                                                               Escritor y poeta

                                                                                      Alicante, 26 de marzo de 2016 


Camino de herradura, en la Sierra de Amijara. Ruta de la Miel.
Frigiliana. Torrox, Competa, Nerja, matar, Formes. Granada. Málaga.

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